Soledad (extraído del website "El número de Oro)
Solamente basados en la imaginación y en la intuición encontramos semejanzas a expresiones del Número de Oro en el campo de la Física y de la Química.
Para el lector desprevenido las mismas pueden parecer reales, pero lamentablemente no lo son, sin embargo queda en el transfondo de nuestro pensamiento la duda. Este sentimiento de duda inconcientemente alirmentará futura investigación pura, porque realmente, es evidente de que dicho orden debe existir ¿será el código del universo, será la matriz de Dios en el universo medible, es la huella de lo divino que tanto persigue el hombre en toda la historia de la humanidad, una señal del cielo que nos confirme que no estamos solos, una palabra de aliento que nos diga que nuestra vida no es vacía y que la muerte tiene sentido?
Quizás el Código Universal sea una proporción numérica, y ¿porqué creemos que dicho código es el Número de Oro? ¿Y porqué no?
Como un diapasón emitimos una señal y no dudamos que quienes sintonicen la misma frecuencia acusarán recibo de la misma.
El viejo pensamiento pitagórico o Egipcio no ha muerto y a pesar de desprecio científico moderno sigue vivo en las artes y en las ciencias ocultas derivadas de las edades Antigua y Media, quizás algun día entre por la puerta grande de la Ciencia.
Encontramos construcciones ciclópeas como las Egipcias y Mayas, podemos admirar las fortalezas Incas con piedras monumentales como si los hombres antiguos fueran de una fuerza descomunal y de mucho mayor tamaño, podemos deleitarnos hablando de la exactitud de sus calendarios solares y de sus conocimientos astronómicos pero no podemos demostrar como lo hicieron y de donde sacaron esos conocimientos. Las pruebas no existen, lamentablemente para nosotros. Pero si existen explicaciones científicas, que son tibias, que no alcanzan, que son demasiadas pobres, poco imaginativas y que no convencen a nadie. Es cuestión de releer una historia egipcia sobre los métodos empleados en la construcción de las Pirámides, observar una foto de las Pirámides o de la fortaleza Inca, comparar el tamaño de hormiga que tienen los humanos en la perspectiva para darse cuenta que algo anda mal y que no es posible ni es así de sencillo.
El Número de Oro y sus implicancias seudocientíficas no alcanzan para ser un Código Universal científico, pero las explicaciones de la ciencia sobre el desarrollo, la cultura, la arquitectura, la astronomía, alcanzada en las civilizaciones del mundo antiguo, tampoco nos convencen. Estamos a mano!
Este deseo no expresado, este deseo íntimo de encontrar una señal histórica, una prueba arqueológica, una demostración científica (con mayúscula) de que hubo alguien en el pasado que nos visitó y enseñó los primeros conocimientos en forma simbólica, este deseo oculto y siempre vivo que todos nosotros compartimos, no es nuevo ni fruto de la civilización moderna, ni el resultado de la angustia inconciente de un exterminio atómico.
Desde que el hombre es, desde el primer hogar de la historia, el hombre ha buscado señales en el cielo, ha fantaseado con los dioses del sol y de las estrellas, ha hablado con los hijos de los dioses, que por supuesto viven en el cielo, se ha sentido pequeño, muy pequeño ante el atisbo fugaz de conciencia del tamaño del universo con solo contemplarlo en una noche estrellada y sin ninguna necesidad de los conocimientos astronómicos y astronáuticos modernos. Se ha sentido pequeño, solo y temeroso, de allí surgen los contactos divinos, desde el dios Shamasch, dios del sol, que entregó el Código a Harmmurabi, rey babilónico hasta Moisés, Ezequiel, y los Santos de los Ultimos Días, todos sin excepción, todos, han tenido un contacto directo con los dioses del cielo.
Pero el rigor histórico científico es parejo para todos y categóricamente niegan toda veracidad ante la falta de datos.
Si en la antiguedad se daba este fenómeno en los últimos cien años abundan las señales en el cielo, naves solitarias surcan raudamente los cielos ante los ojos deslumbrados de terráqueos solitarios y en lugares inhóspitos.
Existe abundante bibliografía al respecto pero siempre o casi siempre la ciencia encuentra una explicación científica satisfactoria, nubes frías condensadas, Sondas meteorológicas, aviones supersónicos de potencias extranjeras, en el solitario observador e histeria colectiva cuando son muchos. Ante captaciones realizadas par radares surge la posibilidad de falsas imágenes por cansancio, desgastes o neurosis electrónica. En resumida cuenta no hay nada demostrable fehacientemente sobre probables visitas.
Tanto en el ayer del hombre como en el hoy, no hay nada!
La ciencia por intermedio de la psicología es concluyente con su veredicto, MIEDO, angustia existencial etc. etc.
Sin embargo en la literatura surge un nuevo género, la ciencia ficción, una literatura nueva y apasionante, relatos tan vívidos que parecen reales, un estilo netamente futurista con gran cantidad de lectores en todo el mundo, una imaginación profusa mezcladas con conocimientos científicos imaginarios.
Los escritos anteriores a esta década de comienzo de la conquista del espacio sonaban a increibles pero luego que el hombre llego a la Luna tomaron estos libros el matiz de proféticos, es que no es para menos por la capacidad intuitiva de sus autores son dignos de todo elogio.
Las Sagradas Escrituras del mundo antiguo que son la base de todas las religiones del mundo, escritos en sus raros caracteres y su simbología mística, por un lado y por otro lado la ciencia ficción y el ya famoso rigor científico parecen irreconciliables, sin embargo no es tanto y ni tan importantes sus diferencias.
La ciencia mientras pueda medir y experimentar es irreductible y únicamente acepta una posición opuesta a sus principios si la misma puede ser desmenuzada con sus métodos de investigación y observadas bajo la lente de los aparatos científicos, no obstante esto cuando se remonta en sus investigaciones a los orígenes de sus ciencias se encuentra con los bustos pétreos de los griegos, la sombra protectora de los egipcios y una tabilla babilónica y no sabe explicarse como ya lo sabían. Incursiona la ciencia en el origen del hombre, en el nacimiento de la tierra, en la formación del sistema solar, en la formación del universo y aqui el rigor científico no existe, comienzan las divagaciones y las fantasías. Llama poderosamente la atención que astrónomos de renombre, aventuren pronósticos tan ridículos y del mismo tenor que el género de ciencia ficción o los escritos antiguos, con la única diferencia que los antiguos y la ciencia ficción los superan porque poseen mucha, pero mucha mas imaginación e intuición mas el agregado de una gran belleza literaria.
Vemos que en los orígenes filosóficos de los grandes problemas e incógnitas sin respuesta las diferencias no existen.
La vieja historia de las señales del cielo son trasladadas por los astrónomos científicos a las lejanas galaxias, nuestra ilusión también se traslada a las nubes de estrellas lejanas, soles grandiosos con planetas terráqueos, llenos de flores, animales y hombres superinteligentes e inmensamente buenos en una sociedad utópica.
Los cientificos de la NASA calculan la probabilidad de encontrar seres inteligentes en base al número de soles y planetas totales del universo y también ellos se dejan arrastrar por su íntimo deseo de encontrar una señal en el cielo. El número de planetas iguales a la tierra es elevadísimo, pero sus distancias a nuestro planeta son del orden de 180.000 años luz.
Esto crea la imposibilidad de viajar hacia ellos y cierra la posibilidad de que alguna vez en el pasado pudieron visitamos. Estamos solos!
Los eruditos de las Sagradas Escrituras, los amantes de la ciencia ficción y los científicos astrónomos todos juntos elevan su mirada al cielo en las noches estrelladas en busca de alguna señal, comprendemos entonces que no existe ninguna diferencia ya que todos anhelamos los mismo.
Encontrar una prueba, aunque pequeña, del tamaño de un alfiler sería encontrar el Everest imprevistamente al abrir la puerta de la cocina.
Ante la falta de pruebas evidentes, la significación de este conocimiento antiguo como el Número de Oro y su probable significacion de ser el verdadero código de la naturaleza, del mundo, del universo se transforma en un hecho trascendente.
La tibia demostración y la insustancial presentación frente al arsenal de la ciencia hace que la tímida y oxidada aguja se transforme de repente en la montaña más admirada y deseada por los eximios alpinistas del mundo.
Si el Número de Oro es el Código Áureo y su antiguedad es de 5.000 años y quizas anterior a la historia escrita, es evidente que alguien debió transmitir su conocimiento a las primeras civilizaciones. Este es un conocimiento antiguo y no nos pertenece solo a esta generación por más que nos resulte grato y medianamente sorprendente, Kepler buscaba un orden semejante en el movimiento de los planetas, Chancourtois un orden en los elementos químicos y la existencia de Fi es desde siempre, artistas y científicos desde los albores de la ciencia y en todos los tiempos conocen de una manera u otra su existencia, algunos lo aceptan como ingeniosa y otros la descartan de plano.
Algunas veces disponemos de pruebas evidentes de interés por estas cosas y otras juzgamos su interés en forma indirecta, así los griegos estudiaron las secciones cónicas (Apolonio) y 1800 años después Kepler encuentra aplicación a estos conocimientos ¿porqué se preocuparon los griegos sobre este tema?
Cuando buscábamos ejemplos para el Número de Oro en Física, encontramos entre otros la determinación de Pesos Atómicos, un método clásico basado en la Ley de Dulong y Petit. El método es aproximado y se basa a que el producto del calor específico de un elemento multiplicado por su Peso Atómico es igual a una constante que oscila entre 6,2 y 6,4.
En nuestro intento de no observar el mundo con ojos de pescado nos lanzamos a abrir el capítulo sobre calor específico, pero Einstein ya había pasado por allí y había analizado el problema a fondo, incluso una teoría sobre los calores específicos, nos preguntamos ¿que buscaba? (para ver el texto completo, visite también nuestro website www.elnumerodeoro.com.ar )